Lucinda Williams – Azkena 2023 y Memorias

Casi toda mi música trata sobre mi vida,
así que es como una historia que nunca deja de vivirse
y de contarse, de escribirse y de cantarse.

Lucinda Williams en el Azkena 2023

Salió al escenario acompañada por un miembro del equipo. Su caminar pausado y cauteloso nos puso un nudo en la garganta.

El ictus que sufrió Lucinda Williams en noviembre de 2020 le impide tocar la guitarra.

Hasta ahí llegaban las secuelas que conocíamos. Leer aquello hace muchos meses (la noticia se publicó hacia mediados de 2021) y haber escuchado sus últimos discos (6 álbumes de versiones publicados entre 2021 y 2022, aunque grabados en tiempos de pandemia) nos alejaba de lo que supone un derrame cerebral y los efectos que puede llegar a provocar.

El lado izquierdo de su cuerpo sencillamente no funciona bien por causa de aquel episodio fatal del que Lucinda sigue recuperándose poco a poco.

El recital que dio en el Azkena estuvo indudablemente mediatizado por sus condiciones físicas que, afortunadamente, no le impiden cantar.

La voz de nuestra sureña favorita continúa expresando, de ese modo tan genuino y auténtico, las composiciones propias (y alguna ajena) que ofreció en Vitoria ante un público en general muy respetuoso. Fue un concierto emotivo de principio a fin.

La banda sonó de lujo. Curioseando por internet veo que en una entrevista reciente ella detalló que le acompañan Doug Pettibone y Stuart Mathis (ambos a la guitarra), David Sutton (bajo) y Butch Norton (batería).

Presentaron algunos temas de su inminente nuevo disco (Stories from a Rock N Roll Heart) y varias de sus canciones más conocidas, sobre todo de sus tres álbumes de mayor repercusión: Car wheels on a gravel road (1998), Essence (2001) y World without tears (2003).

En sus Memorias (luego hablamos de todo eso) se refiere a aquellos tres discos como una especie de obra conjunta: “En retrospectiva, me doy cuenta de que Car Wheels, Essence y World Without Tears conforman una suerte de trilogía, aunque no es así como los concebí (…) es como si la trilogía ilustrara tres formas distintas de hacer música: sobre sexo, sobre amor y sobre el estado en el que está el mundo. O mi mundo, al menos”.

Durante el concierto no pudimos evitar fijarnos en su mano izquierda sin mástil y encogida, en la dificultad para abrir las botellas de agua dispuestas a su lado y en la pantalla que tenía a sus pies que, intuimos, le iba chivando las letras.

A falta de guitarra se acompañó con palmas en alguna ocasión. La vimos sonreír, dirigirse al público, anirmarnos. Terminó con una versión de Neil Young: de una leyenda iconoclasta a otra. Rockin’ in the Free World.

La ovación del público a su salida la recuerdo como algo más cercano a un respaldo generalizado, al reconocimiento de una artista genuina en la última etapa de su carrera, que al griterío extático cuando la música deja de sonar.

Al final del concierto, camino del backstage, un ayudante alumbraba al suelo con una pequeña linterna para indicar a la cantante dónde debía dar el siguiente paso. Esa linternita hizo escalar el nudo de la garganta, que se nos terminó instalando un buen rato en nuestros ojos mientras nos despedíamos de Lucinda.

Memorias – No compartas con nadie los secretos que te conté (Editorial Liburuak)

La música y el carácter de Lucinda Williams parecen de difícil imitación. No hay sucedáneo posible.

Esa autenticidad es, sin duda, un rasgo notable de su música y se intuye que también lo es de su propia personalidad, lo que queda reflejado en este libro autobiográfico. Un relato punzante por momentos y que parece escrito con la misma honestidad con la que escribe e interpreta sus canciones.

Infancia y adolescencia

El carácter valiente e inconformista, la actitud perseverante ante los obstáculos de Lucinda Williams probablemente se forjó desde su infancia (“podría decirse que nací siendo una luchadora”).

Fue la hija mayor de un matrimonio en dificultades.

Su madre sufría de depresión maniaca con tendencias esquizoparanoides (“todo el mundo caminaba de puntillas entorno a ella”). No era una persona estable y fue su padre quien adoptó un rol “que, en aquella época, era propio de una madre”.

Nació en Lake Charles, Louisiana (26/01/1953), aunque pudo haber nacido en muchos sitios del sur de los Estados Unidos.

Vivió como nómada la infancia y la adolescencia, a causa de la constante búsqueda de trabajo de su padre, un profesor itinerante que terminaría siendo poeta (“me mudé doce veces antes de cumplir los dieciocho”). Su vida en torno al rock ha sido siempre ambulante, la carretera nunca ha dejado de ser un hogar para Lucinda: “siempre estoy buscando una excusa para moverme”.

Tampoco ella se libró de la enfermedad mental. Hacia los doce años le diagnosticaron un trastorno obsesivo compulsivo, lo que coincidió con la separación de sus padres y la aparición de Jordan, quien sería su madrasta; y tan solo tenía dieciocho o diecinueve años (“Jordan era tan joven que tampoco tenía la madurez necesaria para lidiar con la situación”).

El talento musical de Lucinda (que dice que heredó de su madre) emergió en este entorno que, aunque hostil, se encontraba expuesto a la cultura literaria de la época, gracias a la vocación de escritor de su padre (de quien dice que heredó su capacidad para escribir).

Aprendió a tocar la guitarra en la adolescencia, marcada por las canciones de Peter, Paul and Mary, de Joan Baez, de The Beatles… Y, especialmente, por Bob Dylan: “él fue mi mentor, mi alma gemela musical”.

El talante iconoclasta le llevó por caminos de desobediencia civil en Nueva Orleans, exigiendo el cese de tratos discriminatorios contra los negros. Nos cuenta que la readmisión en el instituto del que la expulsaron exigía “jurar que nunca más participarías en otra manifestación”. Lucinda se negó a ello y su padre estuvo de acuerdo. Así acabo su educación reglada, que fue sustituida por una formación alternativa y guiada por su padre, por ejemplo, colándola en alguna clase en la universidad de Loyola. Algunos años después, a pesar de no haber finalizado el instituto (y de nuevo gracias a su padre) ingresó en la universidad; pero aquello no funcionó: “solo duré un semestre”.

Inicios en su carrera e influencia de la literatura

Sus primeras actuaciones ante el público tuvieron lugar a los diecisiete años en Ciudad de México (otro de los destinos de su padre como profesor de universidad). Recorrió el país haciendo gira con “un músico encantador y dulce que se llamaba Clark Jones”. Lucinda habla de aquella época como una educación que ninguna escuela podría haberle dado.

De vuelta en Estados Unidos, su familia se estableció definitivamente en Fayetteville, Arkansas. Los talleres literarios que organizaba el Sr. Williams en su casa proporcionaron a Lucinda un aprendizaje “sobre escritura y sobre el oficio de crear secuencias de imágenes y palabras”.

También aprendió entonces lo salvaje de las fiestas que seguían a aquellos talleres. Fiestas en las que participaba un tal Charles Bukowski y de las que éste dejó testimonio en su novela Mujeres.

Drogas y sexo

Lucinda no oculta su contacto con la bebida, con la marihuana y también habla de alguna experiencia concreta con el LSD. A pesar de lo cual rechaza haber sido consumidora de drogas duras (“En World Without Tears, por ejemplo, hay un par de referencias a la heroína. Pero nunca he tomado drogas duras”).

En cuestiones de sexo, eran los tiempos del amor libre en los setenta, “los tiempos de darle y darle hasta que se rompía la cama”. Pero niega la etiqueta de promiscua y alude al cerebro como la verdadera zona erógena hasta el punto de que “una buena conversación es más memorable que un buen polvo”.

Relaciones personales

En lo que se refiere a su vida sentimental, desde joven se vio atraída hacia un tipo de hombres que ella categoriza como “poetas en moto”. Son aquellos con pensamientos y emociones muy profundas pero al mismo tiempo con cualidades salvajes y obreras.

Y la lista de sus relaciones personales no es precisamente escasa: el poeta Frank Stanford; Clyde Joseph Woodward III; Greg Sowders (batería de los Long Ryders y que fue su primer marido); Tom Overby, su actual marido, con quien se casó en el escenario (como Hank Williams); Ryan Adams (del que afirma que “no era alguien en quien se pudiera confiar o con quien pudieras contar como se hace con los amigos. Mi relación con él fue muy breve, pero importante”); Paul Westerberg (vocalista de los Replacements); y alguno más.

Proceso creativo y referencias musicales

El proceso creativo de Lucinda Williams puede extenderse durante años para una sola composición. Algunas de sus canciones, según ella misma explica, tardaron hasta doce años en culminarse (sucede con Sweet old world y con Pineola, cuya temática es el suicidio de sus amigos Frank Stanford y Bread Loaf, respectivamente).

De los músicos del blues aprendió a liberarse de la “culpa cristina sureña” y, de algún modo, a catalizar los traumas de su infancia.

Con su mentor, Bob Dylan, participó en una gira como telonera del cantante de Minnesota y de Van Morrison. El carácter esquivo de ambos artistas queda plasmado con la propia experiencia de Lucinda: “Estuve compartiendo escenario con ellos durante varios meses y en todo ese tiempo nunca tuve oportunidad de hablar ni con Bob ni con Van”.

Desde sus inicios huyó del apelativo country rock o country alternativo (“término que odio”). Afirma que su aspiración era ser una “artista literaria del rock”.

Ella misma explica que las decisiones sobre su música, sobre cómo producirla y especialmente sobre cómo ha querido sonar en cada ocasión, han sido decisiones propias. Parece haber tenido casi siempre la última palabra al respecto: “«Nunca me controlará nadie» era mi mantra”.

Carrera discográfica

Después de sus primeros álbumes (el disco de versiones titulado Ramblin’, de 1979; y su primera colección de temas propios, Happy woman’s blues, de 1980), la dedicación profesional y exclusiva a sus canciones se la proporcionó el acuerdo con Columbia Records. A la postre, la discográfica rechazó publicar su tercer álbum (“dijeron que era demasiado rock para ser country”).

La oportunidad finalmente surgió con el sello británico de punk, Rough Trade Records. Así salió a la luz, en 1988, el disco Lucinda Williams.

A continuación vino Sweet old world, publicado en 1992. Fue el álbum que amplió su horizonte (“ofertas para dar conciertos y acudir a festivales por todo el mundo”). Además, fue el preámbulo de su disco más aclamado, Car wheels on a gravel road.

Car wheels se grabó allá por 1995 y contó con el interés y la participación decisiva de Rick Rubin (quien llegaría a ser una eminencia en el mundo de la producción musical).

El proceso de grabación de aquel disco llevó a Lucinda a mostrar su lado más autoexigente. Y es que a Lucinda no le convencía cómo sonaban las mezclas. Entonces coincidió con Steve Earle (otro rebelde del rock) y escuchó las canciones que estaba preparando para su próximo álbum (I feel alright). Ella se enamoró de ese sonido y decidió volver a empezar: “Se encendió una lucecita en mi cabeza: esto es, así es como quiero que suene mi disco”. Terminó reeditando por completo Car Wheels.

Sin embargo, su publicación se demoró hasta 1998 (“Rick congeló el disco durante dos años”).

Después vino Essence, en 2001: “Me encanta ese disco. Hoy en día, mucha gente viene a decirme que Essence es el disco que más les gusta de los míos. Y intento no tener favoritismos, pero cuando alguien me dice eso, lo entiendo”.

El siguiente fue World Without Tears, de 2003: “Cumplí cincuenta años pocos meses antes de que saliera World Without Tears. Casi todas las canciones del disco estaban inspiradas en hombres con los que había tenido relaciones breves pero intensas”.

La referencia a los siguientes álbumes en el texto resulta muy escueta. El relato se detiene en el fallecimiento de su madre en marzo de 2004, lo que conoció a punto de salir al escenario en Charlotte, Carolina del Norte. Las circunstancias familiares sobre cómo debía procederse con el funeral y el entierro resultan un tanto amargas.

El camino musical de su vida discográfica continúa el disco en directo Live at The Fillmore (2005), West (2007) y Little Honey (2008). Se quedan sin contar las historias de sus posteriores discos (ojalá hayan quedado para una segunda entrega de su autobiografía).

El libro finaliza de manera abrupta con la historia de su boda en el escenario, oficiada por su padre.

Y vuelta a la carretera: “Nuestra luna de miel transcurrió en el autobús de la gira, que es un sitio donde aún hoy nos sentimos muy como en casa”.

SETLIST – Lucinda Williams – Vitoria – Azkena Rock Festival – 17/06/2023

Protection

Real Live Bleeding Fingers and Broken Guitar Strings

Stolen Moments

Drunken Angel

Fruits of My Labor

Are You Down

Let’s Get the Band Back Together

You Can’t Rule Me (Memphis Minnie cover)

Out of Touch

Unsuffer Me

Joy

Essence

Righteously

Honey Bee

Rockin’ in the Free World (Neil Young cover)

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